¿Himen = Virginidad?

En su sabiduría, el refranero castellano dice: “no hay que mezclar churras con merinas”. Partiendo de esta base, me gustaría hacer desde el principio una diferenciación entre cuerpo y moral.

La palabra himen y virginidad son sinónimos, el primero proviene de la divinidad griega de las bodas 'himeneo' y el segundo del latín 'virgo'; ambos términos hacen referencia  a la membrana carnosa que protege de los gérmenes la entrada de la vagina y a la cual hemos ungido con una gran inventiva.

En el imaginario colectivo, el himen, cuál príncipe encantador, es portador de pureza y virtud. Sin embargo, ¡ay, ay, ay si no lo tienes, serás arrojada al segundo círculo del infierno! (Algunas gritaremos ¡ALELUYA! garantizando nuestra condena).

¿Un ejemplo más de la opresión de la mujer? Sin duda, pero también del miedo. El miedo a no ser decente, a atreverse, a estar sola, a los rumores, al juicio, al embarazo, a las infecciones, a la vergüenza… hay tantos… y tantas…

Gracias a la poquita información, educación sexual (llámalo X), de calidad que hemos recibido ya hay personas (que no todas) que saben que el himen puede romperse durante el primer acto coital, o que podemos tenerlo roto antes o incluso haber nacido sin él. En cualquier caso, su presencia o falta de ella no te asigna una letra escarlata aunque siempre haya quien se la imagine, lo que nos devuelve a aquello de “no hay que mezclar las churras con las merinas”, una cosa es tener himen y otra ser inocente e inmaculada.

Menos mal que otra divinidad griega, la diosa Fortuna,  se encargó de que todo nuestro cuerpo fuera un recipiente para el placer llenándonos de corpúsculos de Krause-Finger, que suena muy místico pero no son más que las terminaciones nerviosas encargadas de recoger los diferentes estímulos que recibe nuestra piel y emitirlas al Sistema Nervioso Central. Adivinad en qué zona hay un mayor número de estos corpúsculos (y no, no es el himen).

Jugar, gozar y disfrutar puede hacerse con y sin himen. La diferencia está en donde sitúas el poder. Voltaire en el s.XVIII dijo: “Una de las supersticiones del ser humano es creer que la virginidad es una virtud.” O simplemente (y lo que al final es más sencillo), escucha tus deseos. Si puedes, permítete vivirlos. Sin juicios. Sin miedos.

Solución: el CLÍTORIS

Sexóloga y educadora social
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