La cultura popular dice que los maridos obligaban a sus mujeres a llevarlo durante su ausencia, para evitar que fuesen adulteras –es decir, para que no mantuviesen relaciones eróticas con alguien que no fuera su cónyuge–. ¿Pero fue realmente usado el cinturón de castidad?
Como muchos otros mitos que se le han atribuido a la era medieval, las fuentes despojan de toda seriedad su uso. Esto no quiere decir que no fuese conocido este artilugio en esta época. Aparece en muchos grabados y litografías de los siglos XVI y XVII, pero de una manera satírica. En ellas, se ríen de los maridos que por sus celos y obsesión por la infidelidad obligaban a sus esposas a ponérselo. Al fin y al cabo, la palabra cornudo era uno de los insultos más graves que había en la Edad Media.
A estas historias también se les daba un uso erótico, como por ejemplo en los cuentos didácticos y eróticos de Giovanni Sercambi (escritor italiano 1348-1424), donde uno de los cuentos narra la historia de “un hombre veneciano mujeriego que al casarse, por miedo a que su esposa le fuese infiel, le fabricó un cinturón de castidad. Después de morir esta, los padres de ella vieron el cinturón y se enfurecieron. El veneciano se casó por segunda vez y le quiso poner el cinturón a su segunda esposa, pero esta se resistió y tiro al hombre por la ventana seguido por el cinturón. Luego, ayudada por su amante, cogió todo lo que pudo de la casa y huyó. Los vecinos al ver el cadáver del hombre junto al cinturón, se determinaron que la muerte del esposo fue por querer imponer el cinturón a la mujer, por lo que no se le buscó a ella”.
Como puede observarse, el cinturón es un motivo irónico para satirizar a los maridos cornudos, pues pese al artilugio sus mujeres siguen siendo infieles, ya que muchas de ellas utilizan el querer librarse del cinturón como un anclaje erótico para mantener relaciones con sus amantes. Esto puede ser el origen de la existencia de los primeros cinturones de castidad creados en los siglos XIX y XX y que acabaron en muchos museos como objetos medievales, con un público muy selecto.
Sin embargo, no fue solo utilizado como objeto satírico o motivo de burla, sino que también como arma política, para ultrajar al enemigo y así dañar su imagen social y pública. Había varios sistemas en la época medieval castellana para evitar que la esposa fuese infiel. Por ejemplo, para que nadie dudase de su fidelidad, algunas mujeres pedían que se quedase alguna criada o alguien de confianza vigilándolas. O también, un padre aconsejaba a sus hijas que cuando su marido se fuese a ausentar, despidiesen a todos los hombres jóvenes contratados que viviesen ahí y que únicamente quedasen los que no eran sospechosos por cualquier motivo.
Pero el sistema más simple solía ser el que también seguramente lo es hoy en día: los vecinos. Ese radio patio de la gente observando, curioseando y cuchicheando era el sistema más eficaz para que las esposas no cometiesen adulterio, ya que había poca privacidad y los vecinos parecían ver quien entraba y quien salía de las casas.