¿Sabías que a las personas asexuales también les puede gustar el sexo?

Ayer se celebraba el Día Internacional del Orgullo LGBT+ y es una pena que más de 50 años después de su primera celebración, aún haya que explicar cosas como esta.

Aún perviven entre nosotros muchos mitos sobre las diferentes identidades sexuales que componen el colectivo LGBT, pero me atrevería a decir que la realidad de las personas asexuales es una de las más desconocidas, pues se la menciona con menos frecuencia y, demasiado a menudo, se mezcla con conceptos que nada tienen que ver con su manera de vivir la sexualidad.

Antes de entrar de lleno en este jardín, es importante conocer algunos conceptos básicos que nos ayudan a manejarnos en el apasionante mundo de la diversidad sexual: se trata de atracción romántica, atracción sexual y deseo sexual.

La atracción romántica hace referencia a las personas de las que nos enamoramos y no siempre la atracción romántica la despierta en nosotros y nosotras la misma persona que nos provoca atracción sexual (por cierto, también hay personas arrománticas).

La atracción sexual, para que nos entendamos coloquialmente es “quién nos pone”, por lo tanto, siempre se dirige hacia alguna persona en concreto (real o imaginaria). Además, no se puede modificar a voluntad. No podemos obligarnos a dejar de sentir atracción por alguien, ni podemos provocarla a propósito, cuando alguien no la despierta en nosotros. Por supuesto que puede aparecer y desaparecer con el tiempo, intensificarse o reducirse como resultado de muchos factores (habituación, descubrimiento de nueva información, etc). Pero es algo que no depende de uno mismo. Es por esto mismo que las (llamadas) “terpias de conversión” no funcionan, no podemos moldear la atracción sexual a nuestro antojo. Si a una persona no le atraen los hombres (por ejemplo), no podemos obligarla a que le gusten. Y viceversa.

En cambio, el deseo sexual es el deseo de llevar a cabo prácticas sexuales (en solitario o en compañía). El deseo sexual puede ser impersonal, no siempre es una tercera persona quien lo despierta, sino que simplemente “hace chas y aparece a tu lado”. Espero que se entienda lo que quiero decir. Sobre el deseo sexual sí tenemos cierto control. Tenemos el poder de provocarlo activamente (por ejemplo, mediante fantasías sexuales o el consumo de materiales sexualmente excitantes) y también podemos disiparlo (por ejemplo, con pensamientos alternativos o distracciones).

¿Por qué es importante diferenciar estos tres conceptos? Porque sin ellos, cuesta entender la asexualidad, y corremos el riesgo de pensar que las personas asexuales son personas a las que no les gusta el sexo o que no sienten deseo sexual. Nada más lejos de la realidad. La asexualidad es una orientación sexual sana y normal. Se estima que el 1% de la población es asexual y simplemente no experimentan atracción sexual hacia otras personas, pero siguen teniendo la capacidad de enamorarse, de experimentar deseo, de tener relaciones sexuales y de disfrutar de ellas en la misma medida que las demás personas.

“¿Cómo es posible? Si no sienten atracción sexual…”. Es una frase que escucho muy a menudo en mis talleres y quienes me conozcan un poco o me sigan en redes sociales, ya saben que voy a contestar a esto usando una metáfora con comida. Con brownies de chocolate, para ser más concretos.

Imaginemos que la atracción sexual es el hambre y el deseo sexual son las ganas de comer. No siempre tienen que ir de la mano. Imaginemos una comida muy copiosa (tipo reunión familiar, cumpleaños o cena de Navidad). Antes de llegar al postre probablemente ya nos sintamos llenos, no tengamos más hambre. Pero entonces… ¡tachán! Aparece una bandeja repleta de brownies de chocolate recién hechos. ¿Tú te los comerías? Porque yo definitivamente sí. Si no te gustan los brownies, piensa en cualquier otro postre que sea tu debilidad. Puede haber ganas de comer sin hambre, ¿verdad? Y cuando te los comas, además, los vas a saborear y disfrutar.

Pues lo mismo pasa con el sexo y las personas asexuales. Pueden sentir deseo y disfrutar las relaciones sexuales, aunque no sientan atracción sexual hacia alguien específico. De hecho, algunas investigaciones señalan que se masturban con la misma frecuencia que las personas alosexuales (es decir, las personas que sí experimentan atracción sexual, independientemente de si son heterosexuales, homosexuales o bisexuales). Las personas asexuales, si quieren, también pueden realizar (y disfrutar) prácticas sexuales no normativas (como el BDSM u otros tipos de Kink). Y por supuesto, también pueden enamorarse, establecer relaciones de pareja de cualquier tipo y ser felices. No necesitan terapia, no necesitan que sintamos compasión. Solo necesitan el respeto que todas las personas merecemos, independientemente de nuestra sexualidad.

Y sí, claro que también puede haber personas asexuales y alosexuales a quienes no les guste el sexo o que (les guste o no) elijan no tenerlo. Al fin y al cabo, una cosa es la orientación sexual y otra distinta es la práctica sexual. En esto consiste lo maravilloso de la diversidad, en que las combinaciones son infinitas y dan como resultado personas únicas con sexualidades irrepetibles. Este es, entre otras cosas, uno de los aspectos más hermosos de la sexualidad, algo que deberíamos celebrar todos los días.

Laura Marcilla Jiménez @somospeculiares

LAURA MARCILLA

Psicóloga, sexóloga con especialidad en clínica y educación sexual.
Doctorada por la Universidad de Almería.
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