Lo compro porque efectivamente queremos deshacer, que es un cambio, la posición, el orden y el sentido de las cosas porque si no quisiéramos esto, seríamos como ellos. Parte de un sistema que se basa en la superiorización e inferiorización de colectivos dependiendo de su capacidad productiva, un sistema que necesita la desigualdad para seguir funcionando, que precariza para hacer ricos a los mismos de siempre, un sistema que odia la diferencia.
Y es curioso porque el capitalismos ha sabido comprar esas luchas que reclamaban la diferencia y aquellas luchas que parten de una denuncia contra las desigualdades. Lo podemos ver con el feminismo (que ahora en Zara te venden una camiseta que te nombra como feminista), el racismo y también con lo que llaman el orgullo. Esta fiesta se ha convertido en un escaparate colorido y pomposo, un lugar donde no se busca romper con lo establecido, sino ser integradas dentro del sistema explotador. Y se trata del mismo sistema que te ha excluido a ti y que seguirá haciéndolo con otrxs porque no todo vende. Cambia de disfraz, pero lo que está dentro, sigue siendo lo mismo. Puede tener cara de feminista, colores del arcoíris por todas partes, piel antiracista... pero sigue siendo el mismo.
Cambiamos de jugadorxs pero no cambiamos el juego. Esto le da otro color y otra vida, indudablemente, pero seguimos siendo parte de aquello que no nos deja ser y sólo nos deja hacer. No quiero sonar pesimista. Sé que han cambiado muchas cosas y que mi madre y yo tenemos un escenario muy diferente. Lo visual es diferente, los discursos son diferentes, más amables, y me pregunto si las creencias también lo son.
Cambiar de fuera no es tan difícil, pero cuando intentamos cambiar algo de dentro, flipamos. Porque replantearte tus adentros, tus creencias, tus inercias... amigas, no es tan fácil. Se trata de una revolución radical, no de parches ni pelucas. La revolución viene cuando ponemos en el centro la vida. La vida de cada uno de los seres vivientes de este planeta, aquí y ahora. Una vida que reconoce que nos somos nada sin las otras, que somos interdependientes y necesitamos cuidados para sobrevivir. Nos necesitamos. Nuestro valor no reside en cuánto produzcamos a costa de la naturaleza y de la vida de tantos seres, así no cambiaremos nada. Sin cambio radical, no hay orgullo que valga.