¿Sabías que el mito de la media naranja tiene más de 2000 años?

El mito de la media naranja y sus múltiples versiones podríamos decir que es una de las ideas más extendidas dentro del amor romántico y una de las que mayor aceptación ha tenido a nivel mundial pero, ¿de dónde viene esta idea y qué nos está diciendo en realidad?

Lo más curioso de todo es que esta idea que nos parece de nuestro siglo proviene de hace muchos años atrás, esta idea de que somos seres incompletos sin nuestra media naranja viene de este fragmento del discurso de Aristófanes en El Banquete de Platón, escrito en el año 385–370 a. C:

«En primer lugar, tres eran los sexos de los hombres, no dos como ahora, masculino y femenino, sino que había además un tercero que era común a esos dos…El andrógino (hombre-mujer), en efecto, era entonces una sola cosa en cuanto a figura y nombre, que participaba de uno y otro sexo, masculino y femenino.Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción. Los cuerpos eran robustos y vigorosos de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses". Y ante aquella osadía, Zeus, que no quería reducirlos a la nada, encontró la solución para debilitarlos y tras mucho pensarlo, al fin  dijo: «Me parece que tengo una estratagema para que continúe habiendo hombres y dejen de ser insolentes, al hacerse más débiles. Ahora mismo, en efecto -continuó-, voy a cortarlos en dos a cada uno, y así serán al mismo tiempo más débiles y más útiles para nosotros, al haber aumentado su número… Así pues, una vez que la naturaleza de este ser quedó cortada en dos, cada parte echaba de menos a su mitad, y se reunía con ella, se rodeaban con sus brazos, se abrazaban la una a la otra, anhelando ser una sola naturaleza…»

Esta fue la primera vez que se intentó explicar el amor entre humanos, puesto que hasta entonces el amor solo se podía dar entre dioses. Pero lo sorprendente es que esta idea, que surgió hace más de 2000 años, se acogió con tanta fuerza que ha llegado prácticamente intacta hasta nuestros días, poniendo en el centro de las relaciones la dependencia como pilar base

Romantizamos la idea de no ser seres completos, de necesitar a otro ser humano que nos complemente de modo que solo así podremos ser completamente felices; y ponemos todas nuestras esperanzas en esa supuesta persona pensando que cuando llegue a nuestras vidas todo será felicidad y regocijo. Así, de algún modo, justificamos la posibilidad de sentirnos mal o tener bajones cuando estamos solo/as porque, claro, nos falta nuestra media naranja; y esto nos aleja a su vez de hacernos cargo de gestionar nuestras emociones y cómo las vivimos, porque preferimos que el motivo del sufrimiento deje de estar en nosotro/as y se deba a la ausencia de la otra persona. Culpar a otro/a siempre es más sencillo que responsabilizarse de uno/a mismo/a.

Sin embargo sabemos (o al menos la gran mayoría) que esto no funciona así, el amor o las parejas, no son algo que nos vaya a caer del cielo en determinado momento de nuestras vidas sin que nosotros tengamos que hacer nada, si no que las relaciones se van construyendo día a día y se basan en afinidades, que acaban o no convirtiéndose en lo que hoy día conocemos como idea de pareja. 

De lo que sí que nos tenemos que deshacer es de la idea de que no somos seres a medias, pues somos personas completas de por sí y tener una relación con alguien significa más bien querer compartir el camino, querer hacerse compañía y cuidarse mutuamente y no poner todas nuestras esperanzas frustradas en el otro esperando que mágicamente con su presencia todo se ponga en orden. 

Pensar que nuestra pareja es nuestro todo suele llevar a relaciones codopendientes  e incluso tóxicas. Pensar que no somos nadie sin la otra persona es una creencia que nos hace restarnos importancia y valor a nosotro/as, es no conocernos bien, no dedicarnos ni el espacio ni la atención suficiente. 

Esta idea de media naranja también nos mete en lios en relación, ya que nos creemos que cuando estamos en pareja el nosotros es un todo, un ente que nos engloba a los dos y que hace desaparecer a las personas que se han unido a esta idea de compartir como entes individuales. Ésto no solo nos afecta a nosotro/as, a nuestra pérdida de identidad en la pareja si no que también le resta al otro, ya que se puede ver abrumado/a por todas las expectativas que hemos depositado en su persona. Como siempre dice Melanie Quintana: “El amor no es necesitar al otro para existir, es existir para vivir con el otro.”

Coordinadora de equipo en Somos Peculiares.
Terapeuta especializada en temas de género, sexualidad y parejas.
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