El fetichismo: Peculiaridad vs Patología

"Algunas disciplinas han solido situar estas rutas como zonas de enfermedad y transtornos, repletas de una gran Leyenda Negra. La Sexología ofrece un panorama distinto: más lógico de entrada. Y también más coherente con la dimensión sexuada de los sujetos. No son, como se piensa a veces, cosa de unos pocos desviados.Efigenio Amezúa

Fetichismo es el término psicopatológico que describe la atracción erótica hacia objetos o partes del cuerpo no relacionadas con lo genital o reproductivo. Es descrito por primera vez en la obra Psychopathia Sexualis (1886) de Krafft-Ebing pero debe su nombre y popularidad como concepto psiquiátrico a Alfred Binet y su famoso artículo Le Fétichisme dans l'amour (Revue philosophique,1887). Según Binet, el fetichismo es la patología resultante de la asociación incorrecta de objetos con lo sexual por parte de individuos que sufren de determinadas formas de debilidad congénita.

Tal y como señala Michel Foucault en su Historia de la Sexualidad (1978) esta proliferación decimonónica de discursos y nomenclaturas respecto a la erótica de los sujetos corresponde a un cambio de paradigma en las estrategias y formas del poder para controlar el hecho sexual humano. A través de la nominalización de la diversidad sexual se generan las condiciones óptimas para su regulación. Así, el poder punitivo es sustituido por el disciplinario; buscando la confesión y medicalización de los sujetos se logra que estos se presten voluntariamente a ser dispositivizados mediante la promesa de curación, a la vez que son convertidos en un Otro que sirve como ejemplo de lo incorrecto y chivo expiatorio.

"El dispositivo de sexualidad no tiene como razón de ser el hecho de reproducir, sino el de proliferar, innovar, anexar, inventar, penetrar los cuerpos de manera cada vez más detallada y controlar las poblaciones de manera cada vez más global."

Michel Foucault, Historia de la sexualidad, tomo I, 1976, pág 64.

Tradicionalmente la psicopatología ha considerado que el fetichismo, o parcialismo si se trata de una parte del cuerpo, es síntoma o manifestación de alguna forma de trastorno o detención de un supuesto desarrollo psicosexual sano, especialmente a partir de la publicación del manual DSM - II (American Psychiatric Association, 1968) en que las Desviaciones Sexuales, entre las que se encuentran fetichismo y parcialismo, se convierten en una categoría propia de trastornos mentales. Curiosamente, la idea de que otras manifestaciones de la diversidad sexual como la homosexualidad son o bien patologías o síntomas de patología, proviene de la misma obra de Krafft-Ebing y han sufrido un recorrido similar al de la idea de fetichismo en la historia de la psicopatología. Resulta llamativo que un paradigma del siglo XIX que ha demostrado sus errores respecto a la orientación del deseo se siga utilizando en algunos casos. Epistemológicamente, la idea de que haya una sexualidad normal y otra anormal o desviada resulta cuanto menos sospechosa. 

Actualmente, fetichismos y parcialismo se encontrarían en la categoría de parafilias según el manual diagnóstico DSM - V (American Psychiatric Association, 2013), siendo descritas como “intereses sexuales atípicos”. Esta noción de parafilia resulta vaga y genera diversas preguntas epistemológicas y metodológicas sobre la conceptualización y descripción de lo “atípico”. Si la mera escasez estadística de un deseo erótico basta para hacerlo sospechoso quizás es que haya más ideología prescriptiva que ciencia descriptiva en nociones como parafilia o fetichismo.

Lo cierto es que pese a que sea un término que ha calado en el lenguaje popular y sea utilizado dentro de la comunidad BDSM, la idea de fetichismo no es más que una de las  capturas discursivas que el Dispositivo de la Sexualidad utiliza para controlar, estigmatizar y desagenciar a aquellos sujetos cuya sexualidad no se ciñe a la estricta regulación coitocéntrica. La medicalización de la diversidad sexual responde a la necesidad de generar la idea de que hay sujetos normales y sujetos anormales, una sexualidad buena y otra mala, y así mantener el paradigma reproductivo de la sexualidad, asegurando la existencia del matrimonio clásico heterosexual, lugar preferencial de confluencia entre los Dispositivos de la Sexualidad y la Alianza. Tal y como indica Kai Lin en su obra The medicalization and demedicalization of kink (Sexualities, 1-22,2016), la psiquiatrización de la diversidad sexual sirve para generar un Otro Aberrante sobre el que pueda actuar el poder disciplinario sin restricción. La idea de que la atracción erótica por una parte del cuerpo que no está relacionada con lo reproductivo sea digna de recibir una nomenclatura propia (al autor de este texto le gustaría saber por qué la atracción por los senos femeninos no la tiene) o ser considerada una forma de desviación dice bastante sobre cómo se está conceptualizando la sexualidad humana; y es básicamente reduciéndola a la cópula, lo genital, y lo reproductivo.

Incluso revisiones actualizadas del DSM - V, que supuestamente son más progresistas respecto a la sexualidad humana, siguen manteniendo el diagnóstico de Desorden Parafílico, asumiendo que un interés sexual atípico es potencialmente el germen de un posible desorden mental. El mantenimiento de la noción de peligro en lo estadísticamente atípico muestra que detrás de determinadas maneras de pensar la sexualidad existe más ideología que ciencia, y este es un buen ejemplo de ello. Esencialmente porque la mayoría de problemas que sufren los sujetos con ”intereses atípicos” son fruto de la presión social y la normativización a la que se les somete, teniendo pues una relación tangencial y epifenoménica con sus intereses eróticos. Lo cierto es que no existe ningún tipo de pathos esencial asociado a la sexualidad considerada no normativa, y esto queda patente en los relatos biográficos de aquellos sujetos que han podido vivir la suya en libertad como los recogidos en la obra de Havelock Ellis*.

Tal y como indican Ortmann y Sportt**  la misma psiquiatría tiene una serie de problemas con la definición de parafilia, llegando a haber desaparecido de los manuales diagnósticos de países como Suecia. La noción de fetichismo, así, quedaría invalidada no solo por otras epistemologías sino en determinados sectores de la misma ciencia que ayudó a crearla.

Uno de los grandes problemas de nociones como parafilia o fetichismo reside en su nula capacidad descriptiva. Se trata de categorías generales que dicen mucho menos de los sujetos a los que se les aplican de lo que dicen sobre quienes las desarrollaron. Pensemos en un ejemplo clásico: el coloquialmente denominado fetichismo de pies. Esta forma de parcialismo nos dice muy poco sobre los deseos reales de los sujetos que categoriza, cuando un individuo es catalogado así no se nos habla sobre los sujetos cuyos pies erotiza, no se nos dice qué papel jugaría esta extremidad en el encuentro para el sujeto, cómo querría interactuar o no con ella, qué representa simbólicamente para cada individuo… Lo único que nos aporta este concepto es una categoría informe de sujetos proclives a ser patologizados y estigmatizados, según la cual todos los supuestos fetichistas de pies desean y sienten de la misma manera, eliminando así la diversidad de la sexualidad humana al reducirla a una categoría diagnóstica vaga. No nos da ninguna pista sobre los deseos, sentires y vivencias de los sujetos así categorizados. Ni explica ni describe, sólo marca la línea entre sanos y enfermos, entre buenos y malos.

“Se trata de una cuestión de conceptos y de conceptos diferentes (en eso la Psicopatología hubiera ganado de haber estado más atenta a la Sexología) desde los que puede ser explicadas todas las, así llamadas, aberraciones sexuales como Peculiaridades sin pasar por la categoría de trastornos.”

Efigenio Amezúa. Teoría de los Sexos, Revista Española de Sexología 95-96, 1999. pg 139.

Atendiendo a otras perspectivas científicas, como la epistemología sexológica de Magnus Hirschfeld o Efigenio Amezúa, podemos apreciar que los seres humanos tenemos la capacidad innata de erotizar cualquier parte del cuerpo o artefacto/práctica cultural sin que existan erotizaciones correctas o incorrectas. Conceptos como el de “peculiaridades eróticas” descrito por  Efigenio Amezúa*** a lo largo de su obra, según el cual cada sujeto tiene una serie de gustos y deseos propios que aunque puedan ser muy similares a los de otros siempre contendrán suficientes matices y sutilezas para hacerlos únicos y nunca anormales o patológicos sino cultivables y compartibles, son mucho más adecuados para describir y pensar la radical diversidad de la sexualidad humana sin caer en la posibilidad de su normativización o regulación. Desde este punto de vista la idea de la existencia de un fenómeno como el fetichismo, que implica la idea de lo desviado o anormal, quedaría absolutamente descartada.

Una de las potencialidades de la noción de peculiaridad reside en su capacidad para acabar con la idea del Otro Aberrante. El concepto de que nada es normal o anormal más allá de la estadística equivale a decir que la Norma a la que los sujetos aspiran, y según lo adaptados que están a esta devienen en patológicos  o no-patológicos, queda al descubierto como lo que es: una falacia que jamás se ha ajustado a la realidad de los individuos y que ha generado más miseria y problemas que otra cosa. No hay una sexualidad normativa y otra no normativa, hay sexualidades diversas y peculiares. No hay fetichistas y no fetichistas, hay sujetos que desean ciertas cosas de determinadas maneras y otros de otras, no existiendo así una línea de demarcación entre los ‘aberrantes’ y los ‘sanos’.

Tal y como indican Moser y Keinplatz****, en la comunidad Kink/BDSM los términos técnicos de parcialismo y fetichismo se hallan fusionados en este último, y la mayoría de los sujetos que se identifican como fetichistas no son conscientes de la genealogía del término y de lo que implica su uso, reforzando la capacidad del Dispositivo de la Sexualidad para operar y seguir manteniendo la idea de lo patológico sobre la diversidad sexual. A diferencia de otros colectivos minoritarios que han realizado una labor de reapropiación de aquellos términos que se usaban para estigmatizarlos, siendo lo queer el mejor ejemplo, la comunidad Kink/BDSM parece haber realizado colectivamente, excepto en casos puntuales, una lectura genealógica correcta de las nomenclaturas que se utilizan para capturarla.

La única respuesta que parece haberse producido desde la escena BDSM se limita, aparentemente, a la erotización de la nomenclatura psicopatológica por parte de sujetos y grupos concretos. Determinados términos derogatorios provenientes de lo clínico y de lo popular son utilizados por los sujetos en sus encuentros tanto auto eróticos como diádicos. De esta forma, palabras como fetichista o pervertido se convierten en material de juego y encuentro, quedando desactivados discursivamente. Evidentemente esta erotización resulta del proceso de sexuación biográfica de los sujetos y reviste de un inmenso valor a nivel erótico/amatorio, por lo que en ninguna media es cuestionable.

Frente a este problema parecen plantearse dos alternativas, por un lado la propuesta sexológica, que pasaría por una anomia radical de la sexualidad. Es decir, dejar de usar la nomenclatura psicopatológica para describir los deseos y prácticas de los sujetos. Por otro lado, la propuesta desde lo activista: hacerse conscientes plenamente de lo que implica usar esta nomenclatura de la patología para auto-identificarse y así poder apropiarse de ella, cargándola con significados propios que ayuden a cierta emancipación de los sujetos. Quizás incluso podría aparecer una tercera vía híbrida: reapropiarse de la terminología en el ámbito de lo identitario-social de forma estratégica y adversarial frente a la norma, lo cual equivaldría a asumir cierta forma de interaccionismo simbólico/estratégico como proponen Mas y Guasch*****, pero abolir estas nomenclaturas en el ámbito de lo íntimo. Utilizar estos significantes públicamente para lograr determinados efectos, pero eludiendo vivirse en base a los significados tradicionales asociados a los mismos.

Evidentemente, este artículo pretende hacer conscientes a los sujetos de los problemas que surgen al utilizar determinada nomenclatura; pero jamás opinar o decidir por ellos. Sin embargo, este artículo sí pretende pedir algo a la comunidad sexológica: si de verdad apostamos por la diversidad sexual, si de verdad creemos que Todos los sujetos son peculiares, y no los hay más peculiares que otros, abandonemos los antiguos léxicos y vocabularios de la enfermedad y el control social en nuestras consultas y aulas. Ni los -ismos, ni hablar de lo normativo y lo no-normativo son sexología; son psicopatología y regulación, y si los seguimos utilizando, o pensando en esos términos, estaremos jugando a un juego que ni es el nuestro ni beneficia a nuestra epistemología ni a nuestra praxis.

Sexólogo
Especializado en minorías eróticas y su análisis en la cultura popular y medios.

*Ellis, Henry Havelock. Studies in the Psychology of Sex (1879-1928)

**David, M. Ortmann y Richard, A. Sprott Sexual Outsiders. Understanding BDSM sexualities and communities (Rowman and Littlefield, Boulder, NY, 2013)

***Efigenio Amezúa Teoría de los sexos. la letra pequeña de la Sexología. Revista Española de Sexología, nº 95-96.(Publicaciones del Instituto de Sexología, Madrid, 1999)

****Charles Moser y Peggy,J. Keinplatz. Themes of SM expresión. Safe, Sane, and consensual. Contemporary Perspectives on Sadomasochism. Editado por Darren Landridge y Meg Barker ( Palgrave MacMillan, New York, NY, 2007)

*****Guasch, Oscar y Mas, Jordi. La construcción médico-social de la transexualidad en España (1970-2014). Cuerpos, Sexualidades y Poder. Monográfico coordinado por José María Valcuende (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2014)

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