¡Se me ha subido un huevo!

¿Alguna vez has sentido que se (te) suben los huevos? Y no hasta la corbata, tal y como dice el refranero español, sino hasta la ingle. A esta situación se le conoce como testículo retráctil o testículo ascensor y produce una sensación incómoda y molesta que suele causar primero sorpresa y después preocupación entre quienes lo viven, sobre todo cuando ocurre por primera vez. ¡Pero no nos llevemos las manos a la cabeza antes de tiempo! Como norma general, que uno de los huevos decida por su cuenta y riesgo subir temporalmente al piso de arriba no entraña ningún riesgo –y además, lo más práctico es utilizar las extremidades para recolocar el testículo en su posición con un sencillo palpamiento en vez de dedicarnos a sujetar la testa–. Pero he aquí el quid de la cuestión: ¿por qué ocurre?

Lo primero a aclarar es que pese a su apariencia plácida y estática, los testículos tienden a moverse. O mejor dicho, a contraerse, dando dicha percepción de movimiento. Aunque sería más correcto señalar que lo que se contrae es el escroto; es decir, la bolsa de piel rugosa y delgada que se encargar de guardar a buen recaudo los huevos. Los motivos por los que esto sucede son variados, aunque los principales podríamos sintetizarlos en la temperatura externa y la excitación. Sin embargo, no es lo mismo que los testículos se contraigan y se eleven pegándose al cuerpo como reacción a la temperatura exterior o a la excitación a que suban en ascensor al piso de arriba, a la zona de la ingle.

La retracción testicular está estrechamente ligada con el desarrollo fetal de los mismos. El proceso tiene lugar dentro del abdomen del feto y es durante su gestación, dentro del útero materno, cuando descienden hasta llegar al saco escrotal por el orificio inguinal. Durante este descenso los testículos son seguidos por una especie de bolsa abdominal que, habitualmente, es reabsorbida por el cuerpo. Sin embargo, cuando no es así, posibilita que el huevo pueda subir y bajar de forma espontánea, algo más conocido como retracción testicular.

Un fenómeno similar en el que los testículos también pueden ascender pegándose a la pelvis pero, en este caso, sin abandonar el saco escrotal se da cuando el músculo de cremáster –que produce la retracción testicular– detecta algún peligro que genera estrés, nervios, preocupación, etc. Lo cual, teniendo en cuenta la sensibilidad de esta zona, es comprendido como un mecanismo de defensa natural.

El testículo retráctil –recalcando el singular, porque aunque la sensación sea de que se han encogido ambos huevos, realmente solo es uno de ellos el que ha subido– puede ascender a la región inguinal cuando se practica ejercicio, se mantienen relaciones eróticas o se realiza algún gesto brusco. El tiempo que permanezca en el piso de arriba varía, si bien la mayoría de las veces puede ser guiado fácilmente hacia su posición escrotal mediante una exploración física. Cuando no es así y el testículo permanece en la ingle sin poder moverse, entonces hablamos testículo no descendido adquirido y este sí ha de ser intervenido ya que propicia desde el cáncer testicular a problemas de fertilidad, entre otros.

Esta condición orgánica es habitual durante la infancia y tiende a desaparecer durante la pubertad, cuando la bolsa es reabsorbida por el cuerpo de forma natural. En el caso de que se mantenga durante la época adulta, la única manera de poder tratar esta característica es mediante una intervención quirúrgica, pero insistimos que en la mayor parte de los casos resulta innecesario, dado que es posible recolocarlo en el escroto con una sencilla palpación de la zona de manera indolora. Y es que a veces sí que hay que tocarse los huevos.

Periodista de profesión, sexólogo de vocación e investigador en formación.
Especializado en TRICs, sexualidad y diversidad sexual.
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