¿Y si mi pareja no se lleva bien con mis juguetes eróticos?

De un tiempo a esta parte, los juguetes eróticos están perdiendo gran parte del estigma que los acompañaba antes. Su uso se está normalizando poco a poco de forma positiva, hasta el punto de que (por suerte) ya es menos frecuente escuchar el término “consolador” para referirse a ellos. Ya vamos entendiendo que nadie necesita “consuelo” y que los juguetes sirven precisamente para lo que su nombre indica, es decir, para jugar.

A pesar de ello y como los cambios profundos llevan tiempo, aún existen personas a las que les preocupa el uso de este tipo de productos por una razón en concreto: su pareja. “¿Y si los juguetes le hacen sentir cosas que yo no puedo?” “¿Y si mi pareja disfruta más con ellos que conmigo?” ¿Y si alcanza el orgasmo más rápido?” “¿Y si…?” Qué malos son los “y si”, las anticipaciones, esta manía que tenemos los humanos muchas veces de poner la tirita antes de hacernos la herida.

¿De dónde viene este rechazo a los juguetes eróticos?

Cierto es que esta preocupación suele estar más arraigada en los hombres (y en concreto en los hombres cishetero) que en las mujeres, lo cual no significa que todos los hombres recelen de los juguetes o que no haya mujeres que también lo hagan. Probablemente esto tiene que ver con los diferentes roles sexuales que nos han intentado inculcar a hombres y mujeres a lo largo de los años.

Mientras que la masturbación en ellos estaba totalmente aceptada, hace poco que nosotras hemos podido hablar de ello abiertamente y, claro, los cambios a veces asustan. Asumir que no necesitamos a nadie a nuestro lado (y menos aún un falo) para disfrutar puede ser una realidad difícil de digerir para aquellos hombres a los que les han inculcado que nuestros orgasmos eran su responsabilidad. Deconstruir estas ideas no es un proceso sencillo, pero suelen surgir cosas buenas cuando decidimos plantar cara a las inseguridades.

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¿Qué diferencias hay entre los juguetes eróticos y la pareja?

Es cierto, los juguetes pueden generar sensaciones que unas manos, una boca o unos genitales no producen. No necesariamente mejores, solo diferentes. Así como los juguetes no se cansan, tampoco pueden abrazar, acariciar o besar.

No tiene sentido intentar competir o equipararse con ellos porque simplemente ofrecen cosas distintas a lo que da una relación sexual con una persona. En cuanto a la cantidad o la velocidad con la que pueden proporcionar un orgasmo, personalmente siento que ya va siendo hora de superar esta concepción tan finalista del sexo: ni el orgasmo es la meta, ni un sello de calidad, ni más o más rápido tiene por qué significar más satisfactorio. El placer sexual es demasiado complejo para intentar reducirlo a cuánto tarda una persona en llegar a un punto o cuántas veces lo hace.

Beneficios de usar juguetes eróticos

De hecho, el uso de juguetes suele tener muchos beneficios, tanto para la persona que los utiliza como para su pareja. Nos permite explorarnos y conocernos, probar cosas nuevas en un ambiente controlado, fantasear, romper tabúes y disfrutar. Y en contra de la creencia popular, no sustituye a un encuentro sexual con otra persona porque, en realidad, el deseo llama al deseo y la masturbación no resta interés ni ganas a jugar también con nuestra pareja.

Ni que decir tiene que, si además incorporamos los juguetes y los usamos de forma compartida, nos pueden ofrecer nuevas posibilidades y aportar experiencias fuera de la rutina. Al final, los juguetes tienen mucho más de aliados que de enemigos de una pareja.

¿Significa esto que todas las personas deberían usar juguetes eróticos?

No necesariamente, porque al fin y al cabo la masturbación y las formas concretas que toma son una elección personal. Tan malo sería vetarla como prescribirla. Ojalá, esto es cierto, las personas fueran más libres y estuvieran menos condicionadas a la hora de elegir si lo hacen o no. Ojalá dependiera solo de sus gustos particulares y no de el posible qué dirán de la sociedad, de la pareja o de la vecina de arriba.

¿Qué pasa si a tu pareja en concreto no le hace gracia esto de los juguetes?

Evidentemente, no se debe insistir a nadie para realizar prácticas con las que no se sienta bien, por lo que incluir estos productos en las relaciones sexuales debería descartarse a menos que la otra persona cambie de opinión.

Además, forzar los límites no suele dar buenos resultados y lo más probable es que la experiencia no fuera tan positiva como puede llegar a ser cuando las cosas se prueban por gusto y sin presiones. Pero una cosa no quita la otra y aunque desechemos la posibilidad de incorporar juguetes al sexo en pareja, nada debería impedirnos tener tantos como queramos y usarlos a nuestro antojo en la intimidad.

No me parece apropiado ofrecer una única “solución” al problema que se plantea si tu pareja desea que prescindas de los juguetes también para su uso en solitario, porque, al fin y al cabo, cada pareja es un mundo. Así que, en lugar de una respuesta, prefiero terminar con una pregunta. Si tu pareja, por motivos similares (inseguridad, prejuicios, etc.), deseara que dejases de llevar cierta ropa, de practicar cierto hobby o de quedar con cierta gente… ¿qué harías?

Laura Marcilla Jiménez @somospeculiares
LAURA MARCILLA
Psicóloga, sexóloga con especialidad en clínica y educación sexual.
Doctorada por la Universidad de Almería.
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