Lo primero que escuché con este maravilloso producto es que nos ofrece muchos orgasmos en muy poco tiempo. Paremos un rato. Los valores que buscamos y encontramos cuando compramos algo así son cuantitativos; tiempo y cantidad. Llamadme loca, pero me suena a capitalismo rancio. ¿Qué guapo tener muchos orgasmos en muy poco tiempo verdad? Así seguimos teniendo tiempo para todo lo demás, pero estamos de lujo porque nos hemos corrido mogollón y nos sentimos realizadas. Partiendo de esta premisa se me ocurren algunas consecuencias negativas en esta revolución que queremos llevar a cabo donde buscamos el reconocimiento de la diversidad, la legitimidad de todos los cuerpos, la visibilización de deseos, la equidad, la denuncia de un sistema opresor, cambiar el capital por el bienestar y el cuidado...
Por un lado, asociar orgasmo con satisfacción plena me parece como poco peligroso. Venimos (y seguimos) de valores morales que asocian el orgasmo como el punto máximo del placer, donde los encuentros eróticos acaban cuando él se corre, donde el coito sigue siendo la práctica última y todo lo demás se convierte en preliminar, donde los genitales siguen teniendo un papel principal en los encuentros... Tenemos la misma partitura para tan diversas identidades, modos y matices.
Y peña, podemos flipar en colorines con un encuentro sin tener un orgasmo, podemos tener orgasmos de mierda en encuentros que no valen para nada, tenemos la capacidad de sentir placer más allá de los genitales, jugar sin límites y sin guion... Pero seguimos insistiendo y queremos cada vez más, volvernos como ellos. Porque ellos se han condenado a sus penes, quieren acabar cuando se corren, quieren follar mucho y con cuantas más mejor. Se trata de una erótica falocentrista, coitocentrista y heterosexual, por supuesto.
¿Y qué es lo que nos han vendido? Pues un juguetito que nos da muchos orgasmos en muy poco tiempo. Guapísimo. Ahora la puta ama es aquella que tiene 12 orgasmos en 5 minutos. Y no digo que no lo sea, pero me preocupa el tema, no quiero volverme como ellos. Orgasmar es la hostia, sí, pero no creo que con eso nuestros encuentros mejoren de por sí. Creo que la revolución es no llamar a algunas prácticas preliminares, creo que es interesante desgenitalizar la erótica, no poner el orgasmo como fin último y deseado, valorar la voluptosidad de los cuerpos, valorar el hecho de jugar por jugar y no para conseguir ninguna meta concreta.
Por llamarlo de alguna manera, me gustaría feminizar la erótica, valorar aquellas cosas que amplían el abanico a todas las peculiaridades que existen y no dejar a nadie fuera. Qué pasa con aquellas que no orgasman, con aquellas que su clítoris no es la principal fuente de placer, aquellas que tienen prácticas no genitales, aquellas que no tienen más de un orgasmo...
Tengo la impresión de que nos la han metido de nuevo, que caemos en el mercado de la rapidez y del producto y nos desvía de nuestro camino. Seguir utilizando sus mismos términos como medidores de placer me parece un error: orgasmo no es igual a un encuentro satisfactorio. Lo siento, pero no lo es. No tener orgasmos no significa no haber disfrutado, lo siento de nuevo. Entiendo que el coño ha sido invisibilizado, el clítoris ni te cuento y soy militante de su reconocimiento y uso. Pero cuidado por el camino que es muy fácil caer en las mismas trampas que ellos han caído. Utilicemos (o no) estas herramientas como parte del juego, como herramienta para el autocoñocimiento, pero no como fin último. La revolución está en ampliar, no en centralizar.