¿Sabías que el magic wand antes se consideraba utensilio doméstico?

Pese a que la masturbación femenina es un hecho, durante miles de años ha sido demonizada e incluso tratada como enfermedad. De hecho, la aparición de los vibradores la debemos a este trato de “enfermedad” ya que se suponía que las mujeres padecíamos lo que por aquel entonces se conocía como histeria femenina. 

A finales del siglo XIX, un médico llamado Joseph Mortimer Granville inventó un artefacto eléctrico  que debía servir en primera instancia para aliviar dolores y molestias musculares que pudieran sufrir las mujeres debido a esa enfermedad. Su nombre: "percusser" (percurionista). La cura de esta enfermedad consistía en llevar a la paciente al "paroxismo histérico" (orgasmo) por medio del uso de dicho dispositivo. 

El remedio causó furor. Tanto que la empresa Weiss no tardó en ponerse a fabricarlos en serie no sin antes dedicarse a reducir su tamaño y modificarlo. ¡Se vendieron como churros a través de revistas y por prescripción médica!

Con la aparición del motor eléctrico de pequeño tamaño en el siglo XX, apareció el primer vibrador doméstico patentado en 1902 y pasó directamente al top 5 de “electrodomésticos” en un gran número de casas pasando por delante de la plancha eléctrica o la tostadora. Su fama se disparó tanto que incluso se podía ver publicidad en los periódicos donde rezaban titulares como “La vibración que proporciona vida, vigor, fuerza y belleza”.

Fue un éxito tremendo, pero a partir de los años 20 y con la aparición de las primeras peliculas porno en las cuales aparecían vibradores; su buena fama se vio disparada. El concepto de artilugio clínico para la salud de la mujer fue desapareciendo y se les atribuyeron connotaciones negativas convirtiéndolo en un instrumento insignia de la lujuria y la depravación femenina.

A raíz de este hecho, en 1952 la Asociación Americana de Psiquiatría afirmó que la histeria femenina no era más que un mito y que todo el tratamiento que la rodeaba solo era una excusa para que las mujeres nos pudiéramos masturbar libremente. Aunque este hecho no deje de ser en parte cierto, la mala prensa de los vibradores alcanzó cotas insospechadas. Pese a esta mala fama, los vibradores se siguieron vendiendo camufladamente en catálogos de venta por correo y revistas femeninas simulando ser aspiradoras, masajeadores de cuello e incluso rizadores de pelo o limpiadores de uñas!

¿Os acordáis de las famosas reuniones de señoras para vender Tupperwares? Pues no era para nada raro que en medio de estas quedadas, apareciera algún vibrador encima de la mesa entre tanto artilugio de cocina. Unos años más tarde y a modo de homenaje, empezaron a surgir lo que hoy día conocemos como Tuppersex.

En 1973, y en pleno apogeo de la segunda ola del feminismo, la sexóloga Betty Dodson empezó a dirigir reuniones de mujeres donde se mostraban alternativas de cómo se podían masturbar. Para ello, contaba con un Magic Wand, que no es otra cosa que un juguete erótico que se vendía como masajeador corporal y que por su forma recuerda a un micrófono. Según comentaba la propia Betty, el Magic Wand era “capaz de espabilar hasta el clítoris más atrofiado”.

Ahora tenemos infinidad de modelos, tamaños y materiales de lo que fue en su día el Magic Wand. ¿Alguna vez has visto o probado alguno? Si te animas a probarlo desde SP te damos la oportunidad de adquirir uno con un descuento exclusivo en Diversual, con el código: SOMOSPECULIARES

Coordinadora de equipo en Somos Peculiares.
Terapeuta especializada en temas de género, sexualidad y parejas.
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