Sexo sucio

Si has empezado a leer este artículo porque creías que encontrarías perversidades eróticas, juegos salvajes o un fragmento donde las fantasías campen a sus anchas, no es precisamente lo que vas a encontrar. Esto es una reflexión sobre el lado oscuro del sexo, un lado que nos persigue desde hace demasiado tiempo y que al parecer sigue haciendo negocio.

Un lado del sexo que se sigue relacionando con violencia, enfermedades o patologías, es decir, la relación directa con lo que consideramos el ‘mal’. ¿Será que la iglesia tiene razón? Porque, desgraciadamente, ha dicho demasiado respecto al sexo, y sigue haciéndolo con palabras, hechos o a través de nuestros cuerpos. Y es por la Iglesia por lo que le damos este significado a todo lo relacionado con lo sexual, a nuestro cuerpo y a los placeres. Nos dijeron, hace ya más de 2.000 años, que debíamos de huir ante las tentaciones del cuerpo, que el sexo era (y para ellos sigue siendo) impuro, sucio y pecado. Y aunque parezca mentira, estas ideas siguen vivas hoy en día.

 

"Y es por la Iglesia por lo que le damos este significado a todo lo relacionado con lo sexual, a nuestro cuerpo y a los placeres"

 

Indudablemente han hecho un buen trabajo, han conseguido que sigamos hablando de ello(s) y siguen influyendo en los discursos imperantes sobre el sexo, aunque ahora estén disfrazados de marcas de condones. Creo que uno de sus éxitos se debe a que redujeron toda cuestión existencial, toda duda sobre cómo tenemos que comportarnos, hacia dónde vamos, en dos categorías simples: el bien y el mal. Dentro de cada una de ellas se recogían actos, pensamientos, deberes, lecciones..., y como podemos comprobar para la Iglesia el sexo estaba dentro de la categoría del ‘mal’. Y no sólo el acto, sino que también los pensamientos relacionados con ello, incluso el ser mujer, menstruar, correrse fuera de la vagina o imaginarte los pechos de tu vecina. ¿Difícil de escapar verdad?

Esta moral estaba llena de exigencias imposibles de cumplir, incluso para aquellos que cumplían más o menos todos los requisitos fundamentales: ser hombre, trabajar en algo honrado, servir al imperio, ser fiel a tu dios, casarte con una mujer decente y tener niños (en masculino). Y si no cumplías con ellos debías rendir cuentas a ese dios que te había dado la vida, y confesarte, porque la culpa te carcomía por dentro. Y así se inventó la culpa, esa emoción construida que hoy día nos sigue haciendo tanto daño. La culpa alimentaba al pecado y el pecado al final facilitaba mucho el trabajo a los controladores. Estas son las palabras de un dios patriarcal y puritano. Jódete y baila y a ver si puedes salir de ésta gozándola.

 

"La culpa alimentaba al pecado y el pecado al final facilitaba mucho el trabajo a los controladores"

 

Con esta formulación que nos precede está claro que nuestra relación con el cuerpo, con el placer y qué decir de la relación con los otros cuerpos, no ha sido ni es fácil y supongo que nunca será fácil. Fácil entendiéndolo como un camino sin obstáculos ni dificultades; y no será porque todas las relaciones conllevan obstáculos y dificultades, inevitablemente.

Hoy día nos encontramos con algunas de esas dificultades relacionadas con nuestros cuerpos, placeres, identidades o deseos, e intentamos luchar contra ellos como podemos, claro está. Pero últimamente estoy muy removida con las estrategias que estamos utilizando en contra de lo que llamamos violencia sexista, machista o de género.

Estoy removida porque sigo escuchando que el sexo es peligroso, violento, sucio y que debemos tomar todo tipo de precauciones para cuando salgamos a la calle como seres sexuadas. Sigo removida porque seguimos siendo las mujeres quienes estamos controladas; ahora tenemos taxis que nos llevan a casa por el módico precio de dos euros, incluso tenemos aplicaciones que incluyen un radar que informa a nuestros padres dónde estamos en cada momento. Seguimos siendo dependientes de la protección paternal y seguimos estando controladas.

 

"Pero últimamente estoy muy removida con las estrategias que estamos utilizando en contra de lo que llamamos violencia sexista, machista o de género"

 

Tengo claro que la violencia también existe en este campo, no se me ocurre ninguna faceta de la vida que no esté influida por la violencia: la educación, el trabajo, el mercado, el negocio del deporte... Lo que me ocupa es la significación que hacemos de cada vivencia violenta y, sobre todo, la que tiene que ver con el sexo. Parece ser que la violencia relacionada con nuestros genitales, nuestros deseos o nuestra erótica es peor, más fuerte que el resto. Sobre todo lo es para las mujeres. ¿Lo es para todas? ¿Tiene que serlo?

Responder a estas preguntas no es complicado. Todas es demasiada gente y si algo tiene que ser… estoy en contra. Soy consciente de que nuestra biografía, nuestra herencia, es jodida atendiendo a la relación con nuestro cuerpo. Y parece que hasta hoy, las mujeres, no éramos un cuerpo, sino que teníamos un cuerpo y es por ello por lo que creo que tenemos mucho de lo que aprender, pero sobre todo que desaprender.

Si queremos andar sobre este camino sería interesante preguntarnos si el uso de los discursos violentos nos ayudan a hacerlo o lo entorpecen. Diciendo que nuestros cuerpos son sagrados o que nuestro coño es lo más íntimo que tenemos, estamos diciendo que la iglesia sigue dentro de nosotras, que el locus genitalis sigue vivito y coleando.

 

"Y parece que hasta hoy, las mujeres, no éramos un cuerpo, sino que teníamos un cuerpo y es por ello por lo que creo que tenemos mucho de lo que aprender, pero sobre todo que desaprender"

 

Cuando dirigimos la mirada hacia la violencia nos entretenemos. Dejamos de lado nuestra erótica, el conocimiento de nuestro cuerpo y de los placeres. Conozco a mujeres jóvenes que se están negando la vivencia de su erótica por miedo a la violencia o porque están demasiado enfadadas para gozar de sus propios cuerpos. El conocimiento del cuerpo, el disfrute, la desmoralización del coño, es conocimiento y el conocimiento puede ser una medida de prevención brutal. ¿Por qué no hay anuncios que te digan: “folla más y mejor, conócete, disfruta y serás más feliz”?

Estoy segura que si hubiera anuncios así, dejaría de haber anuncios que nos alertan de las enfermedades de transmisión genital escondidas detrás de gente atractiva o anuncios en los que nos informara que cada 1 de 3 mujeres tienen un embarazo no deseado. Si queremos ser libres como sujetos eróticos es imprescindible empezar a conocernos y desaprender, resignificar nuestros cuerpos, atrevernos a compartir, a pedir, dar, decir no, decir sí. La mirada hacia la violencia sigue haciéndonos dependientes de este sistema que sigue aprovechándose de nosotras. No nos protegen, hacen negocio.

Sexóloga y Psicóloga
Mi especialidad es el acompañamiento de colectivos vulnerables, proyectos con perspectivas no normativas a través de una mirada sin juicio que busca la autorregulación, la autonomía, el autoconocimiento... Definitivamente, buscando ser responsables de nuestra propia vida.
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