Besos de Leche

Las que nos relacionamos con madres lactantes, o las que hemos pasado por la experiencia de amamantar a nuestros hijos e hijas, bien sabemos que la lactancia no es tarea fácil. A menudo, sobre todo las madres primerizas, nos enfrentamos a un sinfín de circunstancias que dificultan la lactancia: inexperiencia, falta de información y formación, desconocimiento por parte de los profesionales sanitarios o las invasiones de la intimidad (especialmente durante los primeros meses de vida). A eso le sumamos que las mujeres soportamos una carga moral, cultural y política que nos ha convencido de que la maternidad duele. Duele parir, duele amantar, duele criar, duele amar... Nos enseñan que solo así, mediante la abnegación al sufrimiento, conseguiremos las salvación o en su versión moderna: el título de Madre modélica.

Quizás sean estas las razones por las que con más frecuencia escuchamos relatos de mujeres que relacionan dolor y dificultad durante el amamantamiento, pero nunca o casi nunca se habla, ni se escuchan relatos, de las experiencias placenteras, incluso orgásmicas que experimentan madre y bebé mientras mantienen la unión boca-pezón.

Los pechos y los pezones pueden ser una fuente inagotable de placer si se estimulan de la forma adecuada y es bastante habitual que dicha práctica forme parte del ritual amatorio de la pareja. La manipulación de los pezones puede hacer que las mujeres sientan cosquilleos en la zona y también pequeñas contracciones en la vagina, incluso nos puede llevar a tener un orgasmo, y esto pasa tanto si nos estimula un adulto, nosotras mismas o un bebé. Pero muchas mujeres que experimentan el orgasmo mientras la criatura está enganchada al pezón, sienten desasosiego, culpa, incluso rechazo. Ya que vinculan esas sensaciones placenteras con las sensaciones eróticas vivenciadas con la pareja y tienden a pensar que están cometiendo un acto incestuoso. ¡Nada más lejos de la realidad! El placer que se experimenta durante la lactancia, no se trata de un placer erótico, sino más bien eudemónico. Es decir, un placer entendido como una sensación de felicidad y plenitud.

"Tal vez en lugar de crecer, deberíamos empequeñecernos para mirar eso que llamamos realidad con ojos de un niño", Liz Greene

Las sensaciones descritas anteriormente; cosquilleo en el pezón, leves contracciones de la vagina, satisfacción..., son el resultado de una respuesta fisiológica al estímulo de succión cuyas principales responsables son dos hormonas: la oxitocina, también conocida como la hormona del amor y la prolactina. Estas son segregadas por nuestro cerebro de forma instintiva durante lactancia.

La oxitocina, también presente cuando se experimenta un orgasmo, es la encargada de provocar el reflejo de eyección -salida de la leche - y de crear vínculos con la criatura. La prolactina por su lado, estimula y garantiza la producción de leche, al mismo tiempo que provoca una sensación de relajación y bienestar.

Como en todo, la naturaleza ya tenía previsto que las mujeres y hembras de todas las especies disfrutarán durante la lactancia para garantizar la supervivencia de la crias durante los primeros meses de vida. De entre los beneficios que aporta la lactancia, conocemos más aquellos que repercuten sobre la criatura y no tanto los que benefician a la madre.

Desde hace décadas sabemos que la leche materna además de ser el mejor alimento infantil, ya que le aporta todos los nutrientes necesarios para el correcto desarrollo del recién nacido, también fortalece el sistema inmunológico y la salud de la niña o el niño a largo plazo. Sin embargo, a menudo obviamos aquellos beneficios que repercuten sobre la madre, tales como: una mejor recuperación postparto, reducción del riesgo de sufrir depresión postparto, osteoporosis y cáncer de mama. Por eso no es extraño identificar ese estado de placer y bienestar en el rostro de cualquier especie mamífera durante el amamantamiento. La propia evolución de la especie se encargó de introducir agentes garantes de la lactancia tales como el placer que acompaña a la sensación de plenitud.

Durante el amamantamiento, compartimos alimento, ternura, miradas, olores, sonrisas, caricias, juegos, contacto piel con piel, amor, sosiego, tranquilidad…

Así como los beneficios no solo son para el bebé, los placeres tampoco son exclusivos de la madre. Por eso, también podemos reconocer síntomas de placer en los bebes: erecciones, mejillas sonrojadas, temblores en el labio inferior, ojos que se entornan, relajación y finalmente se despegan del pezón extasiados y profundamente dormidos.

Por lo que me gustaría destacar que:

  1. La lactancia puede llegar a ser placentera.
  2. El placer experimentado durante la lactancia es el resultado a una respuesta fisiológica que se desencadena por el estímulo de succión.
  3. Los agentes propiciadores del placer son dos hormonas: oxitocina y prolactina.
  4. Las mamíferas estamos diseñadas para disfrutar de la lactancia.
  5. La lactancia es placentera para madres y bebés.
Maestra, Sexológa, Técnica de igualdad, Asesora y formadora en coeducación y Acompañante de procesos durante el puerperio.
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