Sin alejarnos de Occidente, las tradiciones cambian con el tiempo. Por ejemplo, entre los griegos y romanos, allá por el siglo IV, las mujeres tendían a pronunciar sus votos vestidas de amarillo intenso aunque fuera una regla no escrita. Más adelante, durante el Medievo, el rojo –combinado con decoraciones doradas en ostentación de poder y grandeza– alcanzó una gran popularidad con el fin de que la novia destacara entre los asistentes a las nupcias. Durante el renacimiento no se impuso ningún tono concreto, puesto que eran más importantes las joyas y los adornos que se lucían que la tela que se vestía, pero en el siglo XIX volvieron a predominar el rojo, dorado y negro y en la península ibérica sobre todo este último.
No fue hasta el año 1840 cuando el blanco empezó a coger fuerza en el marco de las bodas. Asociado a la pureza, la virginidad y la paz, la Reina Victoria se comprometió con Albert Saxe-Coburg engalanada con tan níveo ajuar que pronto se puso de moda entre la alta sociedad europea, para dar comienzo a la era en la que el blanco es el color de las nupcias por excelencia…en Europa, que no en otras coordenadas del globo.
Por ejemplo, la tradición de vestir de blanco nunca se instauró en China ni en la India, donde las mujeres continúan tomando sus votos engalanadas de un rojo milenario que simboliza prosperidad, futuro halagüeño, amor y mucho más.
Y tú, de casarte, ¿qué color elegirías?