Aunque nos resulte difícil de creer, ya que a día de hoy el culto a las diosas no es el más extendido, desde los inicios de la humanidad, los rezos de las distintas sociedades que poblaban la tierra iban dirigidos a lo que podríamos denominar de manera conjunta “la Diosa Madre” o lo que es lo mismo, al poder de dar vida.
Y es que, en la figura de la mujer y en el hecho de que somos capaces de dar a luz, residía la única explicación plausible para la época al misterio de la creación.
No es casualidad por lo tanto que las primeras sociedades agrícolas rezaran a las diosas en busca de la abundancia en sus cosechas, para pedir por la copiosidad en la caza o simplemente para venerarlas por su naturaleza cíclica que se podía ver reflejada en la existencia del día y la noche o de las estaciones del año.
El culto a las diosas se basaba pues en el ciclo de la vida, muerte y regeneración y tenemos constancia de que estuvo presente en la mitología de la humanidad desde el 30.000 al 3.000 a.C. aproximadamente.
EL MUNDO NECESITA EDUCACIÓN SEXUAL. ¿APOSTAMOS POR ELLA?

Esta gran diosa madre recibe diferentes nombres según la zona geográfica en la que nos situemos. Así por ejemplo hablamos de Isthar en Mesopotamia, Hepat en Babilonia, Isis en Egipto, la Pachamama en la zona de los Andes, Mapu para las sociedades Mapuches, Ixchel en la cultura Maya, Kubaba para los turcos o Cibeles para los griegos entre otras tantas denominaciones.
¿Si esto es así, cómo se produjo el cambio hasta el actual modelo religioso?
Pues bien, fue un proceso laaaaargo en el que tuvieron mucho o todo que ver el nacimiento y la consolidación de las religiones monoteístas que apostaron por dar más importancia a los dioses masculinos, y de la guerra, para así justificar sus guerras santas y su autoridad.
Se inició una persecución a todos aquellos cultos que no comulgaran con la idea monoteísta, es decir, que no ponían todos los poderes en un solo ente y así se silenció la historia de miles de años.
Se considera que el judaísmo fue la primera religión que atribuyó a Yavéh la capacidad femenina de dar vida y así, las divinidades femeninas quedaron en el olvido.