Es lógico que cuando dedicamos tiempo a organizar nuestra vida junto a otra persona, nuestro futuro, a nosotros mismos, y ese alguien se va por cualquier motivo –ruptura, muerte, desidia…– nos encontremos desubicados y un tanto perdidos. Es una sensación indescriptible y cada persona lleva la pena de diferente manera. Es en ese momento cuando nuestra vida da un vuelco, todo se desordena y, en consecuencia, ahora toca reorganizarse para volver a ir construyendo ese futuro desde este presente.
Este es un proceso que no solo depende de la voluntad que le pongamos, la determinación o el buen ánimo que tengamos, sino que el conjunto de circunstancias también entran en juego al querer ganar esa batalla. Eso sí, la lucha es diferente dependiendo del momento en el que nos encontremos: de si ha sido reciente o ya llevamos un tiempo sin nuestra pareja, de si ya has superado algunas fases o de en qué situación te encuentres actualmente.
No te fuerces a estar como tú creas que tienes que estar, permítete estar como tu cuerpo y tu cabeza lo necesite en este momento. La vida tiene sus subidas y sus bajadas, y ser conscientes de cómo reaccionamos en ambas nos hace aprender, a veces a golpes, de cómo estamos con nosotros mismos en esos procesos. Empezar por entendernos nos lleva a querernos en cualquier situación.
Y al igual que empezar una relación siempre es un proceso que va poco a poco, dejar de estar con esa persona también lo es y cada cual tiene sus ritmos y maneras. A veces suele ir bien empezar por algo que te guste y puedas dedicarle tiempo. Crear poco a poco una nueva rutina. Algo como retomar aquel libro que dejaste en la estantería, que vuelvas a llamar a aquellos amigos con los que te encantaba charlar o que conviertas en algo habitual ir a pasear. Cualquier rutina que te haga sentir bien seguro que es un buen ejemplo.
