Efecto espejo: qué es y cómo reconocerlo en las relaciones

Lo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio es todo un clásico. Y es que, amiga, por mucho que nos de por analizar y sobrepensar las cosas, siempre es más fácil darnos cuenta de qué nos gusta y qué no, o que nos molesta y qué no, mirando hacia afuera.

¿Qué me atrae o me aleja de la forma de ser de otra persona para decidirme a conocerla?

Cuando observamos o empezamos a interactuar con alguien nuevo, siempre prestamos atención a aquellas cosas que nos unen. Los rasgos que compartimos y todos los aspectos en los que coincidimos. Y cuanto mayor es la suma de éstos, más ganas tenemos de profundizar en la relación y en estrechar lazos con dicha persona. Es algo que se da de forma natural, casi no tenemos que prestar atención para que este proceso se de, porque las ganas nos empujan.

Justamente por eso nos perdemos detalles importantes que nos pueden servir de mucho. Más adelante te lo explicaremos. Conforme la relación se va estrechando, y el “deslumbre” que nos produce la novedad se va atenuando, es muy posible que empecemos a ver o a fijarnos también en aquellas cosas que no nos gustan tanto o con las que nos creemos menos afines. Seamos sinceras, estos nuevos descubrimientos no suelen hacernos tanta gracia e incluso en ocasiones nos escaman y nos hacen tomar distancia para con la otra persona.

Cómo afecta nuestro ego en las nuevas relaciones

Así como las afinidades y lo que, a nuestro juicio, consideramos positivo, une; los rasgos que más nos chirrían, hacen que nos lancemos a nosotras mismas un aviso ¡Ojo cuidao amiga! Es muy probable que en ese momento nuestro ego nos esté jugando una mala pasada y si no prestamos atención a la situación, la cosa pueda torcerse en varios sentidos.

Nuestro ego puede ser en ocasiones un poco capullo. Aunque eso no significa que deba desaparecer de nuestras vidas si no que es necesario aprender a entenderlo y gestionarlo para que no tome las riendas

Cuando observamos en otra persona ciertos rasgos que nos desagradan, nos molestan o nos frustran, lo que está pasando muy probablemente es que estamos viendo en la otra persona algo de nosotras mismas que, o bien tenemos detectado y no nos gusta o no lo aceptamos como propio. O ni siquiera hemos sabido o podido reconocer en nuestra persona, pero es algo que no nos está haciendo bien y necesitamos cambiar.

Es por todo esto que si sientes que no te tienen en cuenta, la pregunta que te debas hacer a ti misma sea: ¿me estoy teniendo en cuenta yo misma? O tal vez ¿cuánto me estoy teniendo en cuenta a mi misma? ¿Dónde pongo el foco de atención normalmente y dónde debería estar?

Justo como decíamos un poco más arriba, hay detalles que pasamos por alto al relacionarnos con los demás que nos pueden dar muchas pistas sobre nosotros mismos. Pues bien, nos referíamos justo a esto. A lo que se conoce y denomina como “El efecto espejo”. Y ahora tal vez estés pensando, ¿y qué es eso?

¿Qué es el efecto espejo?

La teoría del espejo se atribuye a la psicoanalista Jacques Lacan y se refiere a la visión o, en este caso mejor dicho, a no visión de una parte de nosotros mismos (ya sea por que no la reconocemos, porque no sabemos cómo hacerlo o porque aún no contamos con las herramientas para hacerlo), que sí que detectamos en los demás.

Es decir, aquello que no nos gusta de la otra persona, es en realidad también algo que no nos gusta de nosotras mismas. Es importante observarnos en esos casos y detectar qué podemos hacer o si necesitamos cambiar alguna dinámica para que eso deje de ser así.

Por  otro lado, el efecto espejo también se da en aspectos positivos. Es decir, cómo decíamos al principio del artículo, cuando nos llama la atención algo de una persona, es porque esa persona tiene características similares a las nuestras o porque proyecta algo que nos gustaría potenciar de nosotras mismas.

No vemos a los demás y al mundo en general como son sino que los vemos según como somos.  -Krishnamurti-

De lo que nos habla todo esto en definitiva es justamente de la necesidad de vernos, escucharnos y reconocernos tanto en nuestras luces como en nuestras sombras. De saber ver nuestra máscaras (aquello que mostramos y las corazas tras las que nos escondemos para sentirnos menos vulnerables), cuándo y cómo las usamos y si nos benefician de algún modo o por el contrario nos ponen más trabas de las necesarias.

Una vez visto esto, el siguiente paso es responsabilizarnos o hacernos cargo de aquellos aspectos, situaciones o comportamientos que podamos, es decir, que esté en nuestras manos modificar, y por otro lado, dejar ir todo aquello que no podemos controlar. 

Lo que suele pasar en estas situaciones es que nuestro ego tiene la tendencia de volverse esa vocecilla malévola que juzga y nos dice: “eh tú, la culpa no es para nada tuya, es la otra persona que lo hace todo mal o que tiene que hacerse cargo de la situación”, con el objetivo (normalmente inconsciente), de despistarnos y no hacernos cargo de lo que está pasando.

Y es que nuestro ego es un poco vago y no le gusta en absoluto la idea de que nos hagamos responsables de asumir la parte que nos toca en todo lo que nos pasa o hacemos. Esa es una de las explicaciones de por qué es más fácil ver los “errores” (entre muuuuuchas comillas) en los demás.

Si después de leernos te sigue preocupando el tema podemos hablar de tu caso en particular en una sesión y que nos cuentes mejor qué está pasando y cómo lo estás viviendo tú. Te dejamos sin ningún compromiso nuestro contacto, por si quieres trabajar el tema y vivirte desde otro lugar entendiendo qué te pasa.. Mándanos un correo a equipo@somospeculiares.com o llámanos o escríbenos por WhatsApp a 644 605 758

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